El contador público está autorizado para ejercer de forma independiente, certificar estados financieros y realizar auditorías externas bajo normas legales. El contador privado, en cambio, trabaja dentro de una empresa gestionando registros contables, presupuestos y análisis internos. Ambos comparten formación similar, pero difieren en su alcance profesional. El público puede firmar balances oficiales y representar ante autoridades fiscales; el privado se enfoca en la gestión interna y el control de costos. Ambos son fundamentales para la transparencia financiera y la toma de decisiones. Su trabajo conjunto garantiza cumplimiento, eficiencia y confianza contable dentro de las organizaciones.
